LA QUINTA HISTORIA QUE OS VOY A CONTAR...
Fieles lectores: Os debo una disculpa.
Sé que hace ya bastantes semanas que no os contaba algún cuento con el que arropar vuestra alma. Cierto, he de admitir que me siento un poco culpable de no haberme pasado por aquí a ver que tal iban las cosas. La causa de ello han sido los exámenes que acarreo constantemente debido a la evaluación continua a la que estoy sometida durante todo el curso escolar. Por eso, para ganarme vuestro perdón o como mínimo una sonrisa vuestra, la historia que os voy a dejar hoy es muy larga.
Es de las más recientes que he escrito. Para ser precisa os diré que la escribí a finales de octubre.
¿La motivación? Un trabajo de literatura que me dio la gran idea.
A mi parecer es un argumento interesante aunque puede parecer un tanto complejo. A los pequeños lectores que les guste calentarse la cabeza o los enigmas, esta historia puede que les encante.
Como una vez más, quiero daros las gracias por alimentaros día a día con mis historias en este pequeño rincón. Muchas Gracias. Disfrutarla.
PRESENTE VIVIDO
Lo recordaré toda mi vida.
Nunca se lo he contando a nadie, pero tengo tanta necesidad de hacerlo…que
contigo haré una excepción.
Quizás, después de leer toda
la historia me tomes por una simple “famosilla” que quiere meterse así como así
en el interesante mundo del escritor, después de hacer varias apariciones en el
mundo de la televisión como presentadora o como reportera en algún que otro
informativo. Pero si piensas que te cuento esto por aumentar mí caché,
realmente te equivocas o simplemente, es una verdad tan irracional que a partir
de ahora, cuando me veas por la calle, siempre me vas a ver con la pegatina
pegada en la frente que diga: Estafadora.
Ya no es cuestión de que
quiera o no quiera que me creas (que personalmente te digo que me gustaría que
lo intentaras), si no en que necesito liberarme de esta carga tan pesada,
sentirme liberada. Muchos años me he pasado investigando, buscando alguna razón
lógica que haga encajar todas las piezas de este rompecabezas, pero hasta la
fecha no tengo absolutamente ninguna teoría que pueda ser demostrada. He
buscado en todas las bibliotecas municipales, he visto millones de documentales
vía internet archivados sobre casos extraños de este tipo, he buscado en
bibliotecas virtuales de toda España, de muchos países… Pero a día de hoy no
puedo dar el Porqué de lo que me pasó a mí ni puedo tampoco decirte si a alguna
persona le ha pasado lo mismo. Si a alguien le ha pasado lo mismo, no está
constatado o extrañamente yo no he dado con ese documento.
Después de todo lo que te he
dicho, si ya no te ves capaz de continuar leyendo o ya te has cansado de mí, te
recomiendo que te vayas a hacer otra cosa. Yo no escribo en balde y tú, supongo
que tampoco lees para perder el tiempo. Y antes de comenzar a relatarte mi
suceso te quiero decir independientemente de que te quedes a leer o no, que me
alegro de haberte conocido y de que me hayas escuchado aunque sea un momento. Gracias.
Aquel día, era un lunes como
otro cualquiera. Amaneció ya nublado, apenas quedaban espacios azules entre
nube y nube. A las ocho de la mañana, me encontraba en pleno atasco en la
avenida del Antiguo Reino de Valencia. En el coche me impacientaba lentamente
mientras escuchaba M80 Radio, mi emisora favorita. Apoyada en el volante
resoplaba esperando a que aquel atasco a unos cuantos metros de donde estaba
situada se deshiciera. De vez en cuando miraba el reloj desesperada. Necesitaba
de inmediato llegar al centro porque había quedado con Víctor, el responsable
de conceder créditos en la sucursal del banco. Me iba a confirmar sí al final
me concedían el crédito para comprarme el piso que tanto había soñado tener en
el centro de Valencia. Y desgraciadamente llegaba tarde como de costumbre a una
cita, por unas causas u otras. Llegué a las ocho y media al banco, allí me
esperaba Víctor con cara de pocos amigos para darme una negativa. Al banco le parecía
demasiado alto el riesgo del préstamo. Tras hundir mi moral en la decepción, me
marché del banco directamente al trabajo. En aquel momento trabajaba en la
conocida emisora llamada Kiss Fm aunque realmente no me gustaba estar allí
ejerciendo mi profesión. Sin embargo, si me paraba a pensarlo, era mejor eso que
nada.
Cuando terminé mi turno, al igual que unos
cuantos empleados, nuestro jefe nos citó en la sala de juntas. Desgraciadamente
la noticia no fue buena. Nos informó de que iba hacer un ere debido al excesivo
personal que había incorporado nuevo de aprendiz. Querían a gente joven y
competente y a su parecer los trabajadores que excedían de los 35 años ya no
eran de los más jóvenes. Yo, en ese momento con 40 años, no tuve otra opción al
igual que algunos de mis compañeros y me quedé sin trabajo. A las siete salí de
la emisora y cogí el coche en dirección hacia mi piso. En casa me cambié de
ropa y me puse el chándal y las deportivas. Decidí irme a correr al cauce del
río para desconectar un rato del desastre de día que había tenido. Una vez allí
en el cauce, hice unos estiramientos previos y luego un calentamiento activador
para empezar a hacer footing. Empecé a correr moderadamente observando el
paisaje pero no conseguía sacarme de la cabeza la voz de mi jefe diciéndome
“Estás despedida” mientras se me reflejaba en la mente la cara de Víctor, el
hombre del banco mirándome con cara de pocos amigos. Sacudí la cabeza
bruscamente para intentar no pensar en ellos e intenté sacar mi lado humorístico.
Me han despedido y ahora me va costar pagar las deudas. Al final, después de
todo lo que le dije, aun tendré que ir a darle las gracias a Víctor por no
concederme el préstamo y con ello, arrebatarme la casa de mis sueños.
Mi vida se desmoronaba por
milésima vez. ¿Qué sería de mí ahora?, ¿Cómo pagaría las facturas, el
alquiler…? Aceleré mis zancadas mientras pensaba en mi situación personal.
Realmente hasta ese momento profesionalmente nunca me había salido nada bien.
Nunca había hecho ningún trabajo del que estuviese orgullosa ni tampoco nada
que ayudase a los demás a ser felices. Era una cuarentona, sin casa propia, sin
trabajo, sin pareja, sin amigos y con familia enfrentada y alejada. Estaba sola
y no tenía a nadie a quién acudir. Me salí del empañamiento de ideas negativas que
llevaba en la cabeza y decidí descansar un rato antes de hacer los minutos
restantes. El cauce del río Turia estaba vacío, no había nadie cerca del tramo
en el que yo estaba en ese momento. Eran casi las nueve de la noche y hacía
algo de frío cuando me metí en un parque que hay allí. Me senté en un columpio
de los dos que había creyendo que estaba sola, pero no era así.
Cuando me giré para mirar al otro lado del
parque me encontré sentada a mi izquierda en el otro columpio a una señora
mayor. Me sobresalté y pegué un pequeño salto sentada. Hasta la fecha, juraría
que en ese columpio de la izquierda cuando entré al parque no había nadie.
Aquella mujer anciana aparentaba tener unos 90
años. Tenía la cara muy demacrada, llena de pequeños pliegues en los mofletes y
en la frente. Tenía los ojos un poco llorosos de color grisáceo y le faltaban
algunos dientes. Tenía el cabello largo, totalmente cubierto de canas y llevaba
puesta una especie de bata negra con unos botines grises. Me quedé mirándola
asustada, fijándome en los detalles más destacables a simple vista. Aquella
extraña vieja me sonrió y me comenzó a decir:
- - Muchacha,
no te asustes. ¿Es que no me has visto sentada? Las jóvenes de hoy en día…
- - No,
perdone. Es que estaba pensando en mis cosas. ¿Qué hace una mujer como usted,
de su edad, sentada en un columpio en un parque?
- - Pasando
el rato. Me gusta salir de casa para que me dé un poco el aire. Lo mismo le
pregunto a usted, - ¿Qué hace por aquí una joven como usted?
- - Salí a
correr un rato y a ponerme en forma.
- - Muy
raro es encontrarla sola. La veo preocupada –Intuyó-.
- El
estrés de hoy en día y esas cosas pero no es nada fuera de lo común en esta
sociedad, señora. –Mentí-.
- - Muchacha,
soy muy mayor ya y sé cuando me están mintiendo. A ti te pasa algo.
- - Es
cierto, pero es una historia un tanto larga. Y no quiero molestarla ni
apenarla.
- - Tengo
todo el tiempo del mundo querida. Cuando quieras.
- - La
verdad es que mi preocupación viene a causa de que no me han concedido el
préstamo que yo quería para la casa que me habría gustado comprar y por si
fuera poco, hoy mismo también me han despedido del trabajo. Estoy arruinada, mi
vida está llena de problemas. Usted me dirá que un mal día lo tiene cualquiera,
una racha o una mala temporada. Pero, ciertamente, esta situación viene de muy
atrás en el tiempo, se remonta a mi infancia.
“Cuando
apenas empecé a ir al colegio, mis padres se separaron y mi madre se quedó con
mi custodia. Me matricularon en un colegio privado a unas cuantas calles de
donde entonces vivía. Era una niña muy agradable, sacaba notas muy positivas y
según los maestros, era una niña modelo en mi clase. Todas mis compañeras de
clase me tenían mucho cariño, incluso alumnas de cursos superiores iban muy a
menudo a pasar parte de sus descansos conmigo. Era un icono, una chica popular
y querida por la gente.
Tres
años después de mi ingreso en ese colegio, a mi madre le retiraron mi custodia
porque se volvió alcohólica y cayó en una tremenda depresión. La causa de ello,
fue la estafa que sufrió en un negocio por parte de su pareja sentimental de
aquel entonces. La custodia pasó a manos de mi padre, que cambió mi lugar de
residencia a Madrid junto a él. Vivía en el barrio del Escorial, e iba a un
colegio privado lejano a mi casa.
Aunque
me costó unos meses adaptarme, lo conseguí. No me gustaba pasar mucho tiempo
con mi padre y echaba de menos a mi madre, que se encontraba internada en una
clínica de rehabilitación, (o eso es lo que me decían a mí). Intentaba pasar
abundante tiempo refugiada en mis nuevos amigos para no encontrarme siempre
dentro del ambiente familiar. Y así iba pasando el tiempo. Mis notas seguían
siendo muy buenas y tenía amigos pero, mis profesores notaron anomalías en mi
personalidad y conducta. Constantemente en los boletines que enviaban a mi
casa, marcaban la fluidez verbal tremendamente fantástica que tenía para mi
corta edad y mi extraña madurez como individuo. La responsable del boletín
remarcaba que cuando me encontraba en una situación en la que me sentía en
peligro o a punto de correrlo, llevaba a cabo actos bastante raros para una
niña de siete u ocho años. Mi padre no le daba demasiada importancia puesto que
imaginaba que cabía la posibilidad de que yo acarreara un trauma personal con
la situación que estaba viviendo, a causa de los problemas psíquicos de mi
madre.
La
situación en ese colegio duró un corto período de tiempo, dos años después cerraron
el colegio y mi padre decidió meterme en un colegio público de la zona. Lo
extraño es que en este nuevo colegio no caí bien. Nunca conseguí adaptarme a
pesar de que estuve más en ese colegio que en ningún otro. Los niños me tenían
apartada, me miraban con malos ojos y yo no me veía identificada con ningún
perfil de aquel lugar. Me pasaba todos los días sola y pocas veces salía de casa.
Casi todos los días me los pasaba deprimida, haciendo compañía a mi padre
mientras él me aseguraba una y otra vez que todo cambiaría.
Pero, por desgracia, no era cierto. A pesar de
que lo dicho no se cumpliera, él continuó asegurándome que cuando llegara la
secundaria encontraría lugar.”
- - ¿Y QUE
PASÓ? ¿Encontró usted su lugar en el colegio?
Aquella mujer me escuchaba
atentamente y no perdía comba ante todo lo que le decía. Eso me llamó bastante
la atención por el hecho de ser tan mayor. Mientras yo le contaba aquella historia
y me perdía en el pasado, ella bebía pequeños sorbos de una botella que
contenía Ginebra.
En la oscuridad de la noche,
nos encontrábamos sentadas en los columpios del parque. Absorbidas en el tiempo
nos alimentábamos de una historia tan excitante. Me estremecí en la oscuridad
mientras que un aire otoñal recorría mi tez y me erizaba los pelos, uno a uno.
- Lo
cierto es que no. En el colegio, no.
En el momento que hice una
pausa, la anciana me ofreció una de las dos botellas de Ginebra que llevaba y
yo la acepté y empecé a beber sin más. Seguidamente, proseguí con mi largo
relato:
-
“Cuando
pasé a secundaria, me matriculé en un instituto público. Mi padre, para
hacérmelo más fácil, decidió volver a vivir en Valencia, donde vivía
anteriormente con mi madre. Mis hermanastros se quedaron viviendo en Madrid,
donde terminaron sus carreras. Aunque me alegraba de volver a Valencia, no vi a
mi madre durante todos los años transcurridos dentro de la secundaria. Sabía
que su terapia había dado resultado según algunos conocidos de ella, pero no
sabían indicarme su paradero.
Yo
continuaba sacando buenas notas como de costumbre, sin embargo, de vez en
cuando me costaba mantener mi media de ocho. Todos mis compañeros me tenían
mucha envidia por ser buena estudiante y se pasaban el día poniéndome verde a
mis espaldas, algunos me robaban cosas de mi cartera o me gastaban alguna que
otra broma y yo, la mayor parte de mi tiempo me dedicaba a aguantarles sin
amigos, prácticamente sola, estudiando.
Cuando
estaba en los últimos cursos, en bachiller, descubrí que mi verdadera vocación
y mi único interés personal era ser comunicativa. A pesar de que muchos años
estuve callada y aislada, yo siempre había sido muy amigable. El problema era
que la gente, por causas desconocidas, supongo que la envidia, nunca se había
parado a intentar conocerme de verdad. Así que empecé a estudiar muy duro para
sacar buenas notas y poder acceder a la universidad para llegar a ser
presentadora de televisión o reportera. Mi gran ilusión, mi única ilusión.
La
gente continuaba marginándome y llamándome rara pero a mí ya apenas me
importaba. Yo les miraba con indiferencia y pensaba que no estaban a mi altura
pero interiormente, todavía deseaba que algún día las cosas cambiasen y tuviese
una mejor vida.
Pero
mis planes se vieron torcidos. Mi padre perdió mi custodia a un año de hacer el
examen de acceso a la universidad. Mi madre apareció de la nada cuando tenía 17
años y estaba a punto de terminar el último curso de bachiller. Reclamaba la
custodia para recuperar los años perdidos como madre debido a su incapacidad
pasada. Puesto que en su expediente ya figura como que ya estaba tratada y
curada, ganó el juicio y como en ese entonces yo era menor no pude hacer nada.
Al principio, cuando volví a vivir con mi
madre, me encontraba en una situación muy violenta. Parecíamos dos desconocidas
en una misma casa, mi madre había cambiado mucho. Se volvió en una mujer muy
nerviosa y maniática en hacer las cosas perfectas. Quería que todas las
personas de su alrededor fuesen muy felices aunque ella no lo era. Sus
repentinos cambios de humor y la situación de nuestra nueva vida en común la
llevaron otra vez a caer en la depresión y en sus constantes intentos de
suicidio y robos en tiendas.
Yo
empecé a descuidar mis estudios porque mi madre intentaba suicidarse con mucha
frecuencia y tenía que hacer muchas veces de niñera en vez de hija. Mi padre no
pudo ayudarme a pesar de que quiso hacerlo porque tuvo un accidente laboral muy
grave y se quedó inválido. Solo podía cuidarla cuando tenía yo clase y a menudo
ni eso. Más de una vez tenía que salir antes de clase porque me llamaban al
móvil diciéndome que habían pillado a mi madre haciendo alguna fechoría. Estaba
claro que mi madre llevaba a cabo cualquier intento desesperado para llamar mi
atención. Y, desgraciadamente, eso me pasó factura.
Llegó
el final de curso y había conseguido aprobar todas las asignaturas de puro
milagro. Pero todavía me quedaba el reto del examen final. Tenía que estudiar
sí o sí si quería sacar la nota para periodismo. Me pasé estudiando muchos
días, a todas horas, pero los dos últimos días cruciales no pude hacerlo, Mi
madre tuvo un accidente automovilístico. Otro intento de suicidio de los suyos,
pero esta vez, se quedó en coma. Tuve que estar con ella y no estudié todo lo
que debería de haberlo hecho en esos dos días de vital importancia para consolidar
los conceptos. Al final me presenté al examen pero me faltaron unas décimas
para entrar y al final cogí un ciclo formativo para trabajar en la radio pero
nunca ha sido lo que realmente he querido.
Mi
madre, despertó del coma un mes después del examen y le di la oportunidad de
meterla en un nuevo centro de ayuda pero ella se negó. Yo, con 18 años ya, le
dije que se alejase de mí para siempre si no tomaba el camino que yo le había
proporcionado. No quería ser curada y yo no podía hacer más por ella. Esa fue
la mejor decisión que pude tomar. Por otra parte, mi padre se volvió a casar
por tercera vez y formó una nueva familia con los dos hijos de su nueva mujer y
mis hermanastros mayores, (fruto del primer matrimonio que tuvo mi padre), se
fueron a vivir al extranjero. Poco después de esto, encontré pareja en la radio
y intentamos formar un hogar juntos pero desgraciadamente a pocas semanas de
casarnos, descubrí que me era infiel y me abandonó.
Y esta
es toda mi historia. Por desgracia, patética.”
- - ¿Ya
has terminado? Siento tener que darte la razón. En tu vida has tenido
demasiados sucesos penosos. Pero ahora te preguntaré algo, ¿Tú crees en las
segundas oportunidades?
- - La
verdad es que nunca me lo había planteado. Supongo que sí, porque si no, no le
habría dado esa segunda oportunidad a mi madre o tampoco habría sido bien
acogida cuando llegué a El Escorial.
- - Pues
entonces, si es así y crees, la tendrás y muy pronto.
Me quedé callada, pensativa.
¿Esa mujer tendría razón? ¿Por qué estaba tan convencida entonces? A penas me
conocía y ya podía afirmar algo que no había pasado en toda mi vida. Sin
embargo… Estaba tan convencida de que pasaría que hasta parecía que pudiese ver
mi futuro.
Nos quedamos en silencio un
rato, bebiendo cada una de una botella distinta. No tengo ni idea de qué hora
sería pero la noche ya había caído sobre el parque. Hacía ya bastante frío pero
al beber una bebida que ardía tanto en nuestras gargantas no notábamos nuestra
piel de gallina. Nos pasamos todo el rato bebiendo en silencio hasta tal punto
que nos emborrachamos.
La situación sería bien
extraña: dos desconocidas que se ponen hacer botellón en un parque. Dos señoras
mayores… DEMASIADO mayores. Empezamos a reírnos por tonterías y nos pusimos en
pie y comenzamos a caminar por el río Turia. La luna ya se asomaba y la luz de
las farolas nos iluminaba mientras deambulábamos por los jardines con las
botellas en las manos riéndonos y diciendo cosas sin sentido. En ese momento,
de repente, la anciana me paró cortándome el paso y me dijo:
- -Vas a
tener tu oportunidad, cuando yo deje de respirar, cuando vuelvas a despertar,
tus errores vas a poder enmendar. No digas nada porque por loca te tomarán. Mi
vida fue feliz en su día y ahora he de partir sabiendo que algún día feliz
serás.
Yo me asusté pero no le di
importancia. Pensé que esa mujer iba tan bebida que no estaba en sus cabales. Poco
después llamé a un taxi y me marché a casa dejando a aquella extraña mujer en
la avenida Peris i Valero. Hasta aquí ese día que marcó mi vida para siempre.
Al día siguiente desperté en
la casa que vivía con mi padre cuando tenía 17 años. Me miré en el espejo y no
encontré rastro de esa mujer cuarentona. ¿Dónde estaban las arrugas y la
flacidez de mi piel?, ¿Y las patas de gallo? Rápidamente me lavé la cara para
despertar de ese sueño tan surrealista.
Mi cara, increíblemente
continuaba siendo la misma. La de una joven pre-universitaria. Era una joven
atrapada en un cuerpo adolescente. Tenía la información en mi cerebro de las
consecuencias de las decisiones que tomé hace veintitrés años.
Me dirigí
rápidamente a mi mesita de noche, abrí el cajón y encontré el calendario. ¡Me
encontraba en el año 1985! ¿Esto era una broma de mal gusto? Fui al salón y
encendí el televisor para ver las noticias y vi en pantalla a un Jesús Hermida
hablando de un suceso que reflejaba la fecha y el año. Me quedé flipada. Me
paré a pensar y exclame en voz alta:
- - ¡Dios!
¡La mujer del rio Turia ha acertado en su vaticino!
Si yo tenía 17 años y mi
cabeza sabía lo que iba a pasar…Si había algo que no me gustaba… Lo podría
cambiar. En ese momento cogí el teléfono de casa y la agenda y me dediqué a
llamar a amigos de mi madre, para saber cuánto tiempo le quedaba en el centro
de rehabilitación. Luego le dije a mi padre que mamá volvería a por mí custodia
pero sus amigos me habían dicho que todavía tenía problemas médicos y yo quería
terminar los estudios con mi padre. Entonces empezamos a trabajar juntos en el
posible juicio y en los argumentos necesarios para poder desacreditarla. Iba a
ser mi segunda oportunidad en la vida.
Unos meses más tarde, mi
madre, presentó su queja formal al juez y se celebró el juicio. Mi padre y yo
ganamos y conseguimos permanecer viviendo juntos. Pensé que después de eso,
volvería a 2008 con mis cuarenta años, pero no fue así. Esperé años y años con
la esperanza de volver a la época actual, sin embargo, me quedé atrapada en el
tiempo. En un presente vivido.
Cambié varias cosas más en mi
vida. Estudié bastante y al final conseguí graduarme en periodismo. Mi madre
tuvo el accidente y yo la metí involuntariamente en un centro de enfermos
mentales con buenos especialistas. En vez de trabajar en la radio, empecé hacer
varios trabajos en la televisión y a dar mis primeros pasos dentro del panorama
periodístico de este país. No acepté el anillo ni la proposición de matrimonio
de mi compañero Manuel, (aunque nunca llegaríamos a casarnos).
Mi vida comenzó a cambiar
radicalmente. A ver, perfecta no es, pero si una vida con ganas de progresar.
Se acerca más a lo que yo quería. Misteriosamente, hasta la fecha, no he podido
saber porqué ocurrió ni nada más de la vieja en los veintitrés años que volví a
repetir.
Pero ahora, lector, vas a
quedarte alucinado de verdad. Es lo más espeluznante de toda esta larga
historia. ¿Estás preparado para continuar?
10 de Noviembre de 2008
Una mañana
cualquiera. Era un lunes, amaneció ya nublado, apenas quedaban espacios azules
entre nube y nube. Aquel día, a las ocho de la mañana me encontraba en el metro
que me llevaría hasta la TVE. Vivía en Madrid, a pesar de que cuando tenía
algún rato libre bajaba a Valencia. Escuchaba M80radio con mis auriculares.
A las
diez paré para cenar en una cafetería cercana a mi trabajo y casi me da un
ataque de parálisis cuando vi la noticia que más me ha impactado en mi vida:
-
- - Hoy ha sido atropellada una anciana de noventa
años en la avenida Peris i Valero en Valencia ciudad. Parece ser que la anciana
iba extremadamente borracha y ha sido atropellada por un taxi mientras ella
cruzaba la calzada en pleno semáforo en rojo, Ha sido una muerte violenta y
rápida. Cuando el responsable del automóvil bajó a ayudarla la anciana ya había
fallecido. Son noticias de última hora. Aquí pueden ver una foto de ella en
pantalla. Este es un caso particular, ya que se han buscado datos de identificación
y a los familiares cercanos y lejanos que se hagan cargo del cadáver y no se
han encontrado ningunos datos de parentesco ni de relación con nadie. Esta
mujer de origen español podría tener familia en otro país. Se está investigando
y el cuerpo policía pide colaboración a los ciudadanos españoles. Si saben cualquier
cosa o la conocen llamen al número que les aparece debajo de la pantalla o al
número de emergencias y colaboren con el caso. Y esto es todo por hoy, 10 de
noviembre, mañana más.
Me
quedé alucinada. La anciana que me advirtió y me profetizó lo que me pasaría
había fallecido nada más y nada menos que el día… ¡10 de noviembre de 2008! El
día que hablé con ella y me pasó todo. El día que volví al pasado. Poco después
de hablar con ella.
Aquella
noche apenas dormí. ¿Qué pasaría al día siguiente? ¿Todo habría sido un sueño?
¿Una pesadilla? ¿Me despertaría otra vez en 1985? ¿Tendría por tercera vez 17
años? ¿Moriría yo también?
Lo
cierto es que no, amigo mío, me desperté y miré la fecha: 11 de noviembre de
2008. Ese día fue el primer día que empecé a vivir mi vida sin repetir lo que
ya había vivido. Cumplí mi objetivo: cambiar mi pasado. Ahora viviría mi
presente.
Y aquí estoy, escribiéndote mi confesión más profunda, el 5 de enero
de 2013. Ahora tengo 45 años mentalmente y físicamente.
Quiero
que te pares a pensar en lo que te he contado y respondas a la pregunta que te
cuestiono:
¿Crees
en las segundas oportunidades?
FIN