martes, 2 de septiembre de 2014

Puñalada Trapera.




La décima historia que os voy a contar...

Me encuentro hoy aquí queridos escasos lectores, porque el otro día estuve buscando por el baúl de los recuerdos o mejor dicho: por los cientos de carpetas que tengo almacenadas en un armario muriéndose de risa. He encontrado cosas muy curiosas que creo que os podrían interesar y esta divertida historieta, creo que es una de ellas.

Honestamente, he de admitir que fue escrita un poco a disgusto ya que me fue impuesto el tema de ella por la profesora de literatura hará aproximadamente un añito largo. El objetivo claro era ponerse en la piel de un aparato tecnológico moderno y contar su experiencia propia de ser ignorado por su dueña durante un día a causa de un apagón general en la ciudad.

Mi intento dio este resultado que espero que disfrutéis.


                PUÑALADA TRAPERA

Un sábado por la mañana... Todo estaba muy apagado, como siempre. Sumergido en la oscuridad de la habitación, me encontraba, apoyado en la fina chapa de madera desconchada de la mesita de noche. Apenas entraban rayos de luz por los recovecos de la persiana. No podía divisar nada pero sí escuchar su respiración larga y tranquila. Emití un sonido melodioso para llamar su atención, para avisarle de su constante pérdida de tiempo metida en la cama. Porque yo necesitaba sentirme querido y escuchado. 

¡ Y vaya si me escuchó! Pegó un salto en la cama, dentro de las mantas. Continuó con un gemido mientras se desperezaba con los brazos estirados bostezando. Me cogió toscamente como cromañón a su presa y me metió en el cajón. Estaba enfurecido...¿Cómo podía tratarme así a mí? ¡A su compañero de viaje! Luego sentí como intentaba encender la luz pero no veía nada. 
¡Se había ido la luz! Me iba a quedar sin batería y mi compañera de juegos me deja allí...

Pasan las horas, presiento que vuelve una extraña presencia a la habitación. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? La verdad es que no lo sé con certeza. Lo que sí tenía claro es que esta vez no saldría ilesa y pagaría el pato como consecuencia de sus actos. Ya me encargaría yo de que no escuchase ni Alaska ni a Mecano y del Tuenti... que se olvidase una temporada.
Al instante, veo que abre mi cajón. ¡Al fin sería liberado! Pero me equivoqué. Abrió el cajón para acabar cogiendo la cajita de chicles que guarda desde hace unos meses para las emergencias.

La conozco perfectamente, así que supuse que se habría ido a dar una vuelta por la calle antes de acabar en el punto de partida, la habitación. La brisa de aire que me envolvió, me lo confirmó. Apestaba a tabaco otra vez. Seguro que había estado otra vez con la chica esa tan insoportable que no para de hablar. La que no se calla ni debajo del agua. Era el típico olor que desprendían sus cigarrillos aglutinados de veneno que impregnaba la cazadora vaquera con tachuelas metálicas de mi ama. 

Estaría tumbada en la cama leyendo la revista que se había comprado aquella semana. Mmm... ya podía oír el sonido de las páginas deslizándose por sus dedos.
Me quedé dormido muchas horas y cuando desperté ya era por la noche y ella, al no haber alumbrado disponible, ya se había acostado. Otra vez volvimos a nuestro ciclo rutinario.


                                                                       FIN


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