viernes, 16 de noviembre de 2012

Presente Vivido

LA QUINTA HISTORIA QUE OS VOY A CONTAR...

Fieles lectores: Os debo una disculpa.

Sé que hace ya bastantes semanas que no os contaba algún cuento con el que arropar vuestra alma. Cierto, he de admitir que me siento un poco culpable de no haberme pasado por aquí a ver que tal iban las cosas. La causa de ello han sido los exámenes que acarreo constantemente debido a la evaluación continua a la que estoy sometida durante todo el curso escolar. Por eso, para ganarme vuestro perdón o como mínimo una sonrisa vuestra, la historia que os voy a dejar hoy es muy larga.
Es de las más recientes que he escrito. Para ser precisa os diré que la escribí a finales de octubre.
 ¿La motivación? Un trabajo de literatura que me dio la gran idea. 
A mi parecer es un argumento interesante aunque puede parecer un tanto complejo. A los pequeños lectores que les guste calentarse la cabeza o los enigmas, esta historia puede que les encante. 

Como una vez más, quiero daros las gracias por alimentaros día a día con mis historias en este pequeño rincón. Muchas Gracias. Disfrutarla.



                                               PRESENTE VIVIDO


Lo recordaré toda mi vida. Nunca se lo he contando a nadie, pero tengo tanta necesidad de hacerlo…que contigo haré una excepción.

Quizás, después de leer toda la historia me tomes por una simple “famosilla” que quiere meterse así como así en el interesante mundo del escritor, después de hacer varias apariciones en el mundo de la televisión como presentadora o como reportera en algún que otro informativo. Pero si piensas que te cuento esto por aumentar mí caché, realmente te equivocas o simplemente, es una verdad tan irracional que a partir de ahora, cuando me veas por la calle, siempre me vas a ver con la pegatina pegada en la frente que diga: Estafadora.

Ya no es cuestión de que quiera o no quiera que me creas (que personalmente te digo que me gustaría que lo intentaras), si no en que necesito liberarme de esta carga tan pesada, sentirme liberada. Muchos años me he pasado investigando, buscando alguna razón lógica que haga encajar todas las piezas de este rompecabezas, pero hasta la fecha no tengo absolutamente ninguna teoría que pueda ser demostrada. He buscado en todas las bibliotecas municipales, he visto millones de documentales vía internet archivados sobre casos extraños de este tipo, he buscado en bibliotecas virtuales de toda España, de muchos países… Pero a día de hoy no puedo dar el Porqué de lo que me pasó a mí ni puedo tampoco decirte si a alguna persona le ha pasado lo mismo. Si a alguien le ha pasado lo mismo, no está constatado o extrañamente yo no he dado con ese documento.

Después de todo lo que te he dicho, si ya no te ves capaz de continuar leyendo o ya te has cansado de mí, te recomiendo que te vayas a hacer otra cosa. Yo no escribo en balde y tú, supongo que tampoco lees para perder el tiempo. Y antes de comenzar a relatarte mi suceso te quiero decir independientemente de que te quedes a leer o no, que me alegro de haberte conocido y de que me hayas escuchado aunque sea un momento. Gracias.

Aquel día, era un lunes como otro cualquiera. Amaneció ya nublado, apenas quedaban espacios azules entre nube y nube. A las ocho de la mañana, me encontraba en pleno atasco en la avenida del Antiguo Reino de Valencia. En el coche me impacientaba lentamente mientras escuchaba M80 Radio, mi emisora favorita. Apoyada en el volante resoplaba esperando a que aquel atasco a unos cuantos metros de donde estaba situada se deshiciera. De vez en cuando miraba el reloj desesperada. Necesitaba de inmediato llegar al centro porque había quedado con Víctor, el responsable de conceder créditos en la sucursal del banco. Me iba a confirmar sí al final me concedían el crédito para comprarme el piso que tanto había soñado tener en el centro de Valencia. Y desgraciadamente llegaba tarde como de costumbre a una cita, por unas causas u otras. Llegué a las ocho y media al banco, allí me esperaba Víctor con cara de pocos amigos para darme una negativa. Al banco le parecía demasiado alto el riesgo del préstamo. Tras hundir mi moral en la decepción, me marché del banco directamente al trabajo. En aquel momento trabajaba en la conocida emisora llamada Kiss Fm aunque realmente no me gustaba estar allí ejerciendo mi profesión. Sin embargo, si me paraba a pensarlo, era mejor eso que nada.

 Cuando terminé mi turno, al igual que unos cuantos empleados, nuestro jefe nos citó en la sala de juntas. Desgraciadamente la noticia no fue buena. Nos informó de que iba hacer un ere debido al excesivo personal que había incorporado nuevo de aprendiz. Querían a gente joven y competente y a su parecer los trabajadores que excedían de los 35 años ya no eran de los más jóvenes. Yo, en ese momento con 40 años, no tuve otra opción al igual que algunos de mis compañeros y me quedé sin trabajo. A las siete salí de la emisora y cogí el coche en dirección hacia mi piso. En casa me cambié de ropa y me puse el chándal y las deportivas. Decidí irme a correr al cauce del río para desconectar un rato del desastre de día que había tenido. Una vez allí en el cauce, hice unos estiramientos previos y luego un calentamiento activador para empezar a hacer footing. Empecé a correr moderadamente observando el paisaje pero no conseguía sacarme de la cabeza la voz de mi jefe diciéndome “Estás despedida” mientras se me reflejaba en la mente la cara de Víctor, el hombre del banco mirándome con cara de pocos amigos. Sacudí la cabeza bruscamente para intentar no pensar en ellos e intenté sacar mi lado humorístico. 

Me han despedido y ahora me va costar pagar las deudas. Al final, después de todo lo que le dije, aun tendré que ir a darle las gracias a Víctor por no concederme el préstamo y con ello, arrebatarme la casa de mis sueños.

Mi vida se desmoronaba por milésima vez. ¿Qué sería de mí ahora?, ¿Cómo pagaría las facturas, el alquiler…? Aceleré mis zancadas mientras pensaba en mi situación personal. Realmente hasta ese momento profesionalmente nunca me había salido nada bien. Nunca había hecho ningún trabajo del que estuviese orgullosa ni tampoco nada que ayudase a los demás a ser felices. Era una cuarentona, sin casa propia, sin trabajo, sin pareja, sin amigos y con familia enfrentada y alejada. Estaba sola y no tenía a nadie a quién acudir. Me salí del empañamiento de ideas negativas que llevaba en la cabeza y decidí descansar un rato antes de hacer los minutos restantes. El cauce del río Turia estaba vacío, no había nadie cerca del tramo en el que yo estaba en ese momento. Eran casi las nueve de la noche y hacía algo de frío cuando me metí en un parque que hay allí. Me senté en un columpio de los dos que había creyendo que estaba sola, pero no era así.

 Cuando me giré para mirar al otro lado del parque me encontré sentada a mi izquierda en el otro columpio a una señora mayor. Me sobresalté y pegué un pequeño salto sentada. Hasta la fecha, juraría que en ese columpio de la izquierda cuando entré al parque no había nadie.
 Aquella mujer anciana aparentaba tener unos 90 años. Tenía la cara muy demacrada, llena de pequeños pliegues en los mofletes y en la frente. Tenía los ojos un poco llorosos de color grisáceo y le faltaban algunos dientes. Tenía el cabello largo, totalmente cubierto de canas y llevaba puesta una especie de bata negra con unos botines grises. Me quedé mirándola asustada, fijándome en los detalles más destacables a simple vista. Aquella extraña vieja me sonrió y me comenzó a decir:

-       - Muchacha, no te asustes. ¿Es que no me has visto sentada? Las jóvenes de hoy en día…
-      -  No, perdone. Es que estaba pensando en mis cosas. ¿Qué hace una mujer como usted, de su edad, sentada en un columpio en un parque?
-      -  Pasando el rato. Me gusta salir de casa para que me dé un poco el aire. Lo mismo le pregunto a usted, - ¿Qué hace por aquí una joven como usted?
-       - Salí a correr un rato y a ponerme en forma.
-       - Muy raro es encontrarla sola. La veo preocupada –Intuyó-.
-       El estrés de hoy en día y esas cosas pero no es nada fuera de lo común en esta sociedad, señora. –Mentí-.
-       - Muchacha, soy muy mayor ya y sé cuando me están mintiendo. A ti te pasa algo.
-      -  Es cierto, pero es una historia un tanto larga. Y no quiero molestarla ni apenarla.
-       - Tengo todo el tiempo del mundo querida. Cuando quieras.
-     - La verdad es que mi preocupación viene a causa de que no me han concedido el préstamo que yo quería para la casa que me habría gustado comprar y por si fuera poco, hoy mismo también me han despedido del trabajo. Estoy arruinada, mi vida está llena de problemas. Usted me dirá que un mal día lo tiene cualquiera, una racha o una mala temporada. Pero, ciertamente, esta situación viene de muy atrás en el tiempo, se remonta a mi infancia.


“Cuando apenas empecé a ir al colegio, mis padres se separaron y mi madre se quedó con mi custodia. Me matricularon en un colegio privado a unas cuantas calles de donde entonces vivía. Era una niña muy agradable, sacaba notas muy positivas y según los maestros, era una niña modelo en mi clase. Todas mis compañeras de clase me tenían mucho cariño, incluso alumnas de cursos superiores iban muy a menudo a pasar parte de sus descansos conmigo. Era un icono, una chica popular y querida por la gente.

Tres años después de mi ingreso en ese colegio, a mi madre le retiraron mi custodia porque se volvió alcohólica y cayó en una tremenda depresión. La causa de ello, fue la estafa que sufrió en un negocio por parte de su pareja sentimental de aquel entonces. La custodia pasó a manos de mi padre, que cambió mi lugar de residencia a Madrid junto a él. Vivía en el barrio del Escorial, e iba a un colegio privado lejano a mi casa.

Aunque me costó unos meses adaptarme, lo conseguí. No me gustaba pasar mucho tiempo con mi padre y echaba de menos a mi madre, que se encontraba internada en una clínica de rehabilitación, (o eso es lo que me decían a mí). Intentaba pasar abundante tiempo refugiada en mis nuevos amigos para no encontrarme siempre dentro del ambiente familiar. Y así iba pasando el tiempo. Mis notas seguían siendo muy buenas y tenía amigos pero, mis profesores notaron anomalías en mi personalidad y conducta. Constantemente en los boletines que enviaban a mi casa, marcaban la fluidez verbal tremendamente fantástica que tenía para mi corta edad y mi extraña madurez como individuo. La responsable del boletín remarcaba que cuando me encontraba en una situación en la que me sentía en peligro o a punto de correrlo, llevaba a cabo actos bastante raros para una niña de siete u ocho años. Mi padre no le daba demasiada importancia puesto que imaginaba que cabía la posibilidad de que yo acarreara un trauma personal con la situación que estaba viviendo, a causa de los problemas psíquicos de mi madre.

La situación en ese colegio duró un corto período de tiempo, dos años después cerraron el colegio y mi padre decidió meterme en un colegio público de la zona. Lo extraño es que en este nuevo colegio no caí bien. Nunca conseguí adaptarme a pesar de que estuve más en ese colegio que en ningún otro. Los niños me tenían apartada, me miraban con malos ojos y yo no me veía identificada con ningún perfil de aquel lugar. Me pasaba todos los días sola y pocas veces salía de casa. Casi todos los días me los pasaba deprimida, haciendo compañía a mi padre mientras él me aseguraba una y otra vez que todo cambiaría.
 Pero, por desgracia, no era cierto. A pesar de que lo dicho no se cumpliera, él continuó asegurándome que cuando llegara la secundaria encontraría lugar.”

-       - ¿Y QUE PASÓ? ¿Encontró usted su lugar en el colegio?

Aquella mujer me escuchaba atentamente y no perdía comba ante todo lo que le decía. Eso me llamó bastante la atención por el hecho de ser tan mayor. Mientras yo le contaba aquella historia y me perdía en el pasado, ella bebía pequeños sorbos de una botella que contenía Ginebra.
En la oscuridad de la noche, nos encontrábamos sentadas en los columpios del parque. Absorbidas en el tiempo nos alimentábamos de una historia tan excitante. Me estremecí en la oscuridad mientras que un aire otoñal recorría mi tez y me erizaba los pelos, uno a uno.
-       Lo cierto es que no. En el colegio, no.
En el momento que hice una pausa, la anciana me ofreció una de las dos botellas de Ginebra que llevaba y yo la acepté y empecé a beber sin más. Seguidamente, proseguí con mi largo relato:
-       
        “Cuando pasé a secundaria, me matriculé en un instituto público. Mi padre, para hacérmelo más fácil, decidió volver a vivir en Valencia, donde vivía anteriormente con mi madre. Mis hermanastros se quedaron viviendo en Madrid, donde terminaron sus carreras. Aunque me alegraba de volver a Valencia, no vi a mi madre durante todos los años transcurridos dentro de la secundaria. Sabía que su terapia había dado resultado según algunos conocidos de ella, pero no sabían indicarme su paradero.
Yo continuaba sacando buenas notas como de costumbre, sin embargo, de vez en cuando me costaba mantener mi media de ocho. Todos mis compañeros me tenían mucha envidia por ser buena estudiante y se pasaban el día poniéndome verde a mis espaldas, algunos me robaban cosas de mi cartera o me gastaban alguna que otra broma y yo, la mayor parte de mi tiempo me dedicaba a aguantarles sin amigos, prácticamente sola, estudiando.

Cuando estaba en los últimos cursos, en bachiller, descubrí que mi verdadera vocación y mi único interés personal era ser comunicativa. A pesar de que muchos años estuve callada y aislada, yo siempre había sido muy amigable. El problema era que la gente, por causas desconocidas, supongo que la envidia, nunca se había parado a intentar conocerme de verdad. Así que empecé a estudiar muy duro para sacar buenas notas y poder acceder a la universidad para llegar a ser presentadora de televisión o reportera. Mi gran ilusión, mi única ilusión.

La gente continuaba marginándome y llamándome rara pero a mí ya apenas me importaba. Yo les miraba con indiferencia y pensaba que no estaban a mi altura pero interiormente, todavía deseaba que algún día las cosas cambiasen y tuviese una mejor vida.

Pero mis planes se vieron torcidos. Mi padre perdió mi custodia a un año de hacer el examen de acceso a la universidad. Mi madre apareció de la nada cuando tenía 17 años y estaba a punto de terminar el último curso de bachiller. Reclamaba la custodia para recuperar los años perdidos como madre debido a su incapacidad pasada. Puesto que en su expediente ya figura como que ya estaba tratada y curada, ganó el juicio y como en ese entonces yo era menor no pude hacer nada.

Al principio, cuando volví a vivir con mi madre, me encontraba en una situación muy violenta. Parecíamos dos desconocidas en una misma casa, mi madre había cambiado mucho. Se volvió en una mujer muy nerviosa y maniática en hacer las cosas perfectas. Quería que todas las personas de su alrededor fuesen muy felices aunque ella no lo era. Sus repentinos cambios de humor y la situación de nuestra nueva vida en común la llevaron otra vez a caer en la depresión y en sus constantes intentos de suicidio y robos en tiendas.

Yo empecé a descuidar mis estudios porque mi madre intentaba suicidarse con mucha frecuencia y tenía que hacer muchas veces de niñera en vez de hija. Mi padre no pudo ayudarme a pesar de que quiso hacerlo porque tuvo un accidente laboral muy grave y se quedó inválido. Solo podía cuidarla cuando tenía yo clase y a menudo ni eso. Más de una vez tenía que salir antes de clase porque me llamaban al móvil diciéndome que habían pillado a mi madre haciendo alguna fechoría. Estaba claro que mi madre llevaba a cabo cualquier intento desesperado para llamar mi atención. Y, desgraciadamente, eso me pasó factura.

Llegó el final de curso y había conseguido aprobar todas las asignaturas de puro milagro. Pero todavía me quedaba el reto del examen final. Tenía que estudiar sí o sí si quería sacar la nota para periodismo. Me pasé estudiando muchos días, a todas horas, pero los dos últimos días cruciales no pude hacerlo, Mi madre tuvo un accidente automovilístico. Otro intento de suicidio de los suyos, pero esta vez, se quedó en coma. Tuve que estar con ella y no estudié todo lo que debería de haberlo hecho en esos dos días de vital importancia para consolidar los conceptos. Al final me presenté al examen pero me faltaron unas décimas para entrar y al final cogí un ciclo formativo para trabajar en la radio pero nunca ha sido lo que realmente he querido.

Mi madre, despertó del coma un mes después del examen y le di la oportunidad de meterla en un nuevo centro de ayuda pero ella se negó. Yo, con 18 años ya, le dije que se alejase de mí para siempre si no tomaba el camino que yo le había proporcionado. No quería ser curada y yo no podía hacer más por ella. Esa fue la mejor decisión que pude tomar. Por otra parte, mi padre se volvió a casar por tercera vez y formó una nueva familia con los dos hijos de su nueva mujer y mis hermanastros mayores, (fruto del primer matrimonio que tuvo mi padre), se fueron a vivir al extranjero. Poco después de esto, encontré pareja en la radio y intentamos formar un hogar juntos pero desgraciadamente a pocas semanas de casarnos, descubrí que me era infiel y me abandonó.
Y esta es toda mi historia. Por desgracia, patética.”

-    -   ¿Ya has terminado? Siento tener que darte la razón. En tu vida has tenido demasiados sucesos penosos. Pero ahora te preguntaré algo, ¿Tú crees en las segundas oportunidades?

-   -  La verdad es que nunca me lo había planteado. Supongo que sí, porque si no, no le habría dado esa segunda oportunidad a mi madre o tampoco habría sido bien acogida cuando llegué a El Escorial.
-      -  Pues entonces, si es así y crees, la tendrás y muy pronto.

Me quedé callada, pensativa. ¿Esa mujer tendría razón? ¿Por qué estaba tan convencida entonces? A penas me conocía y ya podía afirmar algo que no había pasado en toda mi vida. Sin embargo… Estaba tan convencida de que pasaría que hasta parecía que pudiese ver mi futuro.

Nos quedamos en silencio un rato, bebiendo cada una de una botella distinta. No tengo ni idea de qué hora sería pero la noche ya había caído sobre el parque. Hacía ya bastante frío pero al beber una bebida que ardía tanto en nuestras gargantas no notábamos nuestra piel de gallina. Nos pasamos todo el rato bebiendo en silencio hasta tal punto que nos emborrachamos.

La situación sería bien extraña: dos desconocidas que se ponen hacer botellón en un parque. Dos señoras mayores… DEMASIADO mayores. Empezamos a reírnos por tonterías y nos pusimos en pie y comenzamos a caminar por el río Turia. La luna ya se asomaba y la luz de las farolas nos iluminaba mientras deambulábamos por los jardines con las botellas en las manos riéndonos y diciendo cosas sin sentido. En ese momento, de repente, la anciana me paró cortándome el paso y me dijo:

-       -Vas a tener tu oportunidad, cuando yo deje de respirar, cuando vuelvas a despertar, tus errores vas a poder enmendar. No digas nada porque por loca te tomarán. Mi vida fue feliz en su día y ahora he de partir sabiendo que algún día feliz serás.

Yo me asusté pero no le di importancia. Pensé que esa mujer iba tan bebida que no estaba en sus cabales. Poco después llamé a un taxi y me marché a casa dejando a aquella extraña mujer en la avenida Peris i Valero. Hasta aquí ese día que marcó mi vida para siempre.

Al día siguiente desperté en la casa que vivía con mi padre cuando tenía 17 años. Me miré en el espejo y no encontré rastro de esa mujer cuarentona. ¿Dónde estaban las arrugas y la flacidez de mi piel?, ¿Y las patas de gallo? Rápidamente me lavé la cara para despertar de ese sueño tan surrealista.
Mi cara, increíblemente continuaba siendo la misma. La de una joven pre-universitaria. Era una joven atrapada en un cuerpo adolescente. Tenía la información en mi cerebro de las consecuencias de las decisiones que tomé hace veintitrés años. 

Me dirigí rápidamente a mi mesita de noche, abrí el cajón y encontré el calendario. ¡Me encontraba en el año 1985! ¿Esto era una broma de mal gusto? Fui al salón y encendí el televisor para ver las noticias y vi en pantalla a un Jesús Hermida hablando de un suceso que reflejaba la fecha y el año. Me quedé flipada. Me paré a pensar y exclame en voz alta:

-       - ¡Dios! ¡La mujer del rio Turia ha acertado en su vaticino!
Si yo tenía 17 años y mi cabeza sabía lo que iba a pasar…Si había algo que no me gustaba… Lo podría cambiar. En ese momento cogí el teléfono de casa y la agenda y me dediqué a llamar a amigos de mi madre, para saber cuánto tiempo le quedaba en el centro de rehabilitación. Luego le dije a mi padre que mamá volvería a por mí custodia pero sus amigos me habían dicho que todavía tenía problemas médicos y yo quería terminar los estudios con mi padre. Entonces empezamos a trabajar juntos en el posible juicio y en los argumentos necesarios para poder desacreditarla. Iba a ser mi segunda oportunidad en la vida.
Unos meses más tarde, mi madre, presentó su queja formal al juez y se celebró el juicio. Mi padre y yo ganamos y conseguimos permanecer viviendo juntos. Pensé que después de eso, volvería a 2008 con mis cuarenta años, pero no fue así. Esperé años y años con la esperanza de volver a la época actual, sin embargo, me quedé atrapada en el tiempo. En un presente vivido.

Cambié varias cosas más en mi vida. Estudié bastante y al final conseguí graduarme en periodismo. Mi madre tuvo el accidente y yo la metí involuntariamente en un centro de enfermos mentales con buenos especialistas. En vez de trabajar en la radio, empecé hacer varios trabajos en la televisión y a dar mis primeros pasos dentro del panorama periodístico de este país. No acepté el anillo ni la proposición de matrimonio de mi compañero Manuel, (aunque nunca llegaríamos a casarnos).

Mi vida comenzó a cambiar radicalmente. A ver, perfecta no es, pero si una vida con ganas de progresar. Se acerca más a lo que yo quería. Misteriosamente, hasta la fecha, no he podido saber porqué ocurrió ni nada más de la vieja en los veintitrés años que volví a repetir.

Pero ahora, lector, vas a quedarte alucinado de verdad. Es lo más espeluznante de toda esta larga historia. ¿Estás preparado para continuar?

10 de Noviembre de 2008
Una mañana cualquiera. Era un lunes, amaneció ya nublado, apenas quedaban espacios azules entre nube y nube. Aquel día, a las ocho de la mañana me encontraba en el metro que me llevaría hasta la TVE. Vivía en Madrid, a pesar de que cuando tenía algún rato libre bajaba a Valencia. Escuchaba M80radio con mis auriculares.
A las diez paré para cenar en una cafetería cercana a mi trabajo y casi me da un ataque de parálisis cuando vi la noticia que más me ha impactado en mi vida:
-      
-    - Hoy ha sido atropellada una anciana de noventa años en la avenida Peris i Valero en Valencia ciudad. Parece ser que la anciana iba extremadamente borracha y ha sido atropellada por un taxi mientras ella cruzaba la calzada en pleno semáforo en rojo, Ha sido una muerte violenta y rápida. Cuando el responsable del automóvil bajó a ayudarla la anciana ya había fallecido. Son noticias de última hora. Aquí pueden ver una foto de ella en pantalla. Este es un caso particular, ya que se han buscado datos de identificación y a los familiares cercanos y lejanos que se hagan cargo del cadáver y no se han encontrado ningunos datos de parentesco ni de relación con nadie. Esta mujer de origen español podría tener familia en otro país. Se está investigando y el cuerpo policía pide colaboración a los ciudadanos españoles. Si saben cualquier cosa o la conocen llamen al número que les aparece debajo de la pantalla o al número de emergencias y colaboren con el caso. Y esto es todo por hoy, 10 de noviembre, mañana más.


Me quedé alucinada. La anciana que me advirtió y me profetizó lo que me pasaría había fallecido nada más y nada menos que el día… ¡10 de noviembre de 2008! El día que hablé con ella y me pasó todo. El día que volví al pasado. Poco después de hablar con ella.

Aquella noche apenas dormí. ¿Qué pasaría al día siguiente? ¿Todo habría sido un sueño? ¿Una pesadilla? ¿Me despertaría otra vez en 1985? ¿Tendría por tercera vez 17 años? ¿Moriría yo también?
Lo cierto es que no, amigo mío, me desperté y miré la fecha: 11 de noviembre de 2008. Ese día fue el primer día que empecé a vivir mi vida sin repetir lo que ya había vivido. Cumplí mi objetivo: cambiar mi pasado. Ahora viviría mi presente.

 Y aquí estoy, escribiéndote mi confesión más profunda, el 5 de enero de 2013. Ahora tengo 45 años mentalmente y físicamente.

Quiero que te pares a pensar en lo que te he contado y respondas a la pregunta que te cuestiono:
¿Crees en las segundas oportunidades?


FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Acepto críticas de todo tipo (buenas o malas), pero solo pido que por favor, en ningún caso se falte al respeto a nadie con comentarios ofensivos.
Mientras respetes a los demás, eres libre de tener tu propia opinión.